Tres percepciones

La de Pablo 
Juana era increíble, nunca olvidaré el día cuando la conocí. Alberto me la presentó.
Me deslumbró, me enamoré y me marcó la vida para siempre. Juana, mi pequeña Juana, ¡Cómo olvidar aquel día  que pasamos en la fiesta de San Valentín en San Rafael! Habíamos visitado la bodega de Félix Lavaqué,  hasta después del mediodía cuando llegamos al hotel. Acalorados por el fuerte sol mendocino y el viento Zonda, mareados, ¿Recuerdas? Después del baño y la siesta te fui a visitar a tu cuarto. Aceptaste, pedimos hielo y abrimos una botella de champagne, ¿Cómo no recordar las interminables caricias, la vibración de tu cuerpo, el amor? Y luego en Buenos Aires, aquellas tardes que supimos pasar de pura pasión en el viejo zaguán de la calle San Juan. No puedo olvidarte, como tampoco la cara de Alberto esa noche en la cena en Mendoza y la definitiva pelea con él. Cuantos recuerdos,  todavía me pregunto: ¿Por qué me dejaste?

La de Alberto
Esta mañana me desperté pensando en Pablo: ¡Que flor de hijo de puta! Un traidor. Pensar que con él fuimos amigos desde la infancia en el barrio, compañeros de primaria y secundaria, jugamos al rugby en CUBA, compinches de salidas y de jodas, hasta que me traicionó con ella aquel maldito día.
Si bien muy bonita, Juana no me convenció de entrada. De partida, parece esas minas que juegan de figuritas difíciles, inalcanzables, pero en el fondo vacías e interesadas. No era mi tipo. Ella me tiraba onda siempre, pero yo me hacía el boludo;  hasta que cansada de provocarme, no me dio más bola y me cortó el rostro. Ahí me enganché y no supe salir. Como ven terminé enamorado, pisé el palito y caí en su juego. Salíamos, hacíamos el amor y se distanciaba, me hacía sufrir, el juego era pasar del cielo al infierno. Me volvía loco, me quedaba dando vueltas en el aire con su magia. En uno de esos «corsi y recorsi», desesperado por verla, se me ocurrió invitarla a conocer Mendoza, junto con Pablo y Susana, que me servirían de excusa.
Ese día en la Bodega los cuatro, habíamos  tomado mucho. Susana y yo más que Juana y Pablo. No sé si lo soñé o fue real, pero sentí que Juana coqueteaba con Pablo en el mini bus que nos llevó al hotel. No dije nada, estaba borracho, todavía no sé como llegué al cuarto del hotel a dormir la mona. Si recuerdo  que me desperté con un tremendo dolor de cabeza y, cuando fui a cenar a la noche, aparecieron juntos haciéndose caricias en la mesa del restaurant. No había dudas que esa tarde habían dormido juntos.  Además se rieron  y tuvieron el tupé de cargarme con que pasaba algo con Susana.

La de Juana
Ya empezaban los primeros  días frescos de otoño cuando comencé el tercer año de mi curso de inglés en IICANA. Él era un compañero nuevo para mí. Habían juntado dos cursos de distintos horarios por falta de estudiantes. Bien vestido, flaco, buen mozo, usaba ropas caras, y era mayor que yo. Santiago ofreció llevarme a casa esa noche en su 4×4 Sport. Me preguntó si tenía hambre, le contesté que sí, la tenía, y acepté su invitación a cenar. Pidió vino tinto de la Bodega Lavaqué. No pude evitar en ese momento recordar aquel día junto a Pablo y Alberto visitando la bodega y las consecuencias terribles de aquel viaje. Hicimos el amor y a la mañana siguiente desperté en su departamento.
Pasamos muchos meses juntos, me llevaba a todas partes, me daba todos los gustos; viajamos, incluso al extranjero,  hasta que al final me ofreció irme a vivir con él.
Hoy estoy en un country en Pilar,  cambiaron mis amigos y amigas, dejé el barrio y sus costumbres. Todavía, en momentos de nostalgia,  recuerdo aquellas inocentes historias de amor y sexo con Alberto y Pablo.

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