Aprendizajes superados y otros por descubrir

Las lecciones transmitidas por nuestros padres fueron respuestas a las adversidades de su tiempo. Aunque algunas fueran genuinas soluciones, otras eran reflejos de sus propias frustraciones. A partir de la anterior afirmación, con la mejor intención y desde el corazón, nos impartían valores destinados al bienestar de sus hijos. Estos preceptos quedaron impregnados en nuestras creencias y corazones de manera indeleble. 

Sin embargo, en la actualidad, muchas de sus directrices resultan obsoletas, mientras que otras aún son relevantes para llevar una vida plena. La realidad es que los desafíos y valores han evolucionado, transformándose junto con el mundo que nos rodea.

Antaño, los cambios en el mundo y su percepción acontecían lentamente, permitiendo que las enseñanzas parentales fueran asumidas como correctas y válidas con el tiempo.

Hoy, lo que transmitimos a nuestras nuevas generaciones carece de la misma garantía de vigencia. La globalización, la tecnología, la sociedad de consumo, la inteligencia artificial, el cambio climático, las marcadas desigualdades sociales, los movimientos políticos y la relatividad de los criterios proponen modificaciones constantes para las cuales no existe una experiencia válida que sea absoluta. Entonces, ahora los padres, temerosos, renunciamos a orientar a nuestros hijos en un mundo en constante cambio.

Por defecto, la imagen de una vida satisfactoria se proyecta en las pantallas; su mensaje enfatiza la posesión de riqueza, el éxito, el poder y la perpetua juventud, entre otras metas. Estos ideales, reservados a unos pocos, a menudo carecen de una perspectiva respetuosa hacia los demás y de la generación de bienes colectivos. Nos presentan una única cara de la moneda, olvidando que toda moneda tiene dos. Luego, inadvertidos, cambiar de rumbo cuando se revela la verdad de la superficialidad de la corriente por defecto resulta complicado. Además, revertir decisiones y tomar otro camino implica reconocer errores, una tarea difícil de reconocer aunque sea esencial.

¿Existen valores invariables en la era de la post-verdad? , ¿Alguien puede dictar qué constituye una buena vida?

Estas son preguntas relevantes y de respuestas esquivas.

Quizás deberíamos contemplar la posibilidad de buscar valores atemporales al buscar una vida plena y auténtica, considerando la realidad para transmitirlos a las nuevas generaciones. Tal vez, y no es un detalle menor, deberíamos mirar hacia atrás y discernir, analizar o descubrir las creencias de aquellos que han vivido de manera satisfactoria. Observar los ejemplos de quienes han alcanzado sus sueños, confiaron en su criterio, y hoy pueden contemplar su pasado con tranquilidad. Aquellos capaces de levantarse con sonrisas esperanzadas, cumpliendo su misión con tiempo y esfuerzo, enfrentando errores y aciertos, siendo sinceros y coherentes con su verdad.

En fin, expresamos que construir un mundo mejor para las futuras generaciones implica dar ejemplo con dignidad, sin sombras, apostando por el bienestar de nuestros hijos, incluso cuando va en contra de las ilusiones que proyectan las hermosas y perfectas pantallas.

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