Hoy quiero compartir con ustedes la historia de un amigo y colega que, aunque hace mucho que no veía debido a la distancia que nos separaba, siempre ha ocupado un lugar especial en mi vida. Su reciente partida me ha conmovido, me cuesta salir de la tristeza de la tremenda noticia, pero también me ha brindado la oportunidad de reflexionar sobre los momentos compartidos y las experiencias que nos unieron.
Conocí a Juan Amusategui en Santa Fe, en ocasión de un congreso de Agrimensura. Los dos teníamos amigos comunes y desde el primer momento hubo empatía entre nosotros. Ambos estábamos relacionados con Córdoba. Una familia amiga de mi mujer, cordobesa también, nos alojó juntos en su casa. Él había nacido, y estudiado, y tenía su familia materna en la “docta”. Se había recibido de ingeniero agrimensor en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la UNC donde yo daba clases y teníamos conocidos mutuos.
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Poco tiempo más tarde, después de unos años, nos juntamos en Neuquén. Juan trabajaba en la provincia como profesional independiente, y yo había recabado circunstancialmente en la provincia por un proyecto de modernización del Catastro. Aprendí mucho de él, no solo en el aspecto profesional, sino también en lo personal. Conocedor del ambiente institucional de la Agrimensura neuquina, siempre recibía sus sabias opiniones que me ayudaron a orientar mi actuación en la consultoría que llevaba a cabo en esos momentos. Además, era mi compañero de los momentos de distensión del trabajo. Eran frecuentes nuestras juntadas a tomar café, o comer, y los dos disfrutábamos de ir al cine. Con el tiempo, compartimos innumerables charlas, risas y momentos de complicidad que hicieron que nuestra amistad se fortaleciera.
Era más que un colega; era mi confidente y amigo.
Recuerdo con cariño como me abrió las puertas de su casa y me ayudo en los primeros momentos de mi paso por la provincia de Neuquén. Pude conocer a su familia y compartir momentos de alegría y camaradería. Esos encuentros me hicieron sentir parte de su círculo cercano, y por ello, siempre le estaré agradecido.
Juan era una persona especial, un hombre alto, de buena presencia, de aspecto serio, con mirada triste. Un profesional que amaba lo que hacía y que se perfeccionaba constantemente con las nuevas tecnologías que incorporaba en búsqueda de mejorar sus trabajos. Una persona fuera de lo corriente, tenía opinión propia, era una persona pensante e independiente, era crítico y reíamos de su humor pícaro. Cuando estábamos en reuniones profesionales, siempre su discurso y criterio era escuchado con atención. En el tiempo, llegó a dirigir el Colegio Profesional de la Agrimensura de Neuquén.
Como dijimos, cordobés de origen, supo insertarse en la Patagonia y la amaba. Vivió sus últimos años en San Martin de los Andes donde tenía su casa. Desarrollo su vida profesional principal en la Patagónia y estoy seguro de que el paisaje neuquino extrañara sus mediciones y presencia.
Aunque la vida nos llevó por caminos diferentes y la distancia hizo que nuestras reuniones fueran menos frecuentes, nunca dejamos de estar en contacto. Las llamadas telefónicas y los mensajes eran esporádicos, pero siempre, cuando algún tema nos juntaba, encontrábamos la manera de ponernos al día y compartir nuestras vivencias.
Hoy, al recordar a mi amigo, quiero rendirle homenaje no solo por su profesionalismo y dedicación, sino también por la persona increíble que fue. Su legado perdurará en los corazones de quienes tuvimos la fortuna de conocerlo y compartir momentos con él.
Descansa en paz, querido amigo. Tu memoria vivirá en cada uno de nosotros, y siempre te recordaremos con cariño y gratitud.
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Gracias por estas palabras José! un abrazo
Juan Ignacio Amusategui
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Que triste noticia José, lo recuerdo de sus intervenciones en el ciclo de charlas entre agrimensores
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