Venía de una mala racha, su pasión por el juego lo estaba destruyendo. Ya había perdido familia, amigos y se había quedado solo. Conocía de bondades por ganar con el juego dinero fácil , aunque no ignoraba los problemas generados por el vicio cuando perdía. Pero, una vez más sintió tener una nueva oportunidad, quizás fuera la última de su vida.
El martes 17[1] lo encontró jugando al póker por un premio de los grandes. Para el ganador, había un viaje a Roma con todo pago y diez mil dólares. Había ganado varias manos sucesivas y tenía en sus manos tres ases de juego servido. Nadie hablaba, todos observaban y los presentes intuían el premio mayor en juego. Su contrincante, lo apuró. ¿Sería un bluf o tendría juego? Uno de los dos, ganaría el premio. Se detuvo en el tiempo y pensó la jugada, ¿Aceptaba o no ? ¿Estaba en sus manos ganar o perder? Las cartas estaban echadas. Aceptó.
Días después estaba caminando por el hermoso parque en Roma. Llegó inadvertidamente al templo de la “Bocca della Verità” donde encontró tirado el papel que cambiaría definitivamente su suerte. Estaba al costado de la máscara, era una especie de pergamino arrollado y atado con una cinta blanca. Lo levantó, lo abrió y leyó un extraño texto escrito en letra gótica. Parecían instrucciones de un viejo manual.
El texto decía:
Saliendo de Roma, por el valle azul, uno debe buscar el camino de la mora. Se debe tener cuidado de cometer un craso error, por ejemplo:
– Equivocar la senda yendo de prisa
– En un descuido pisar un sepulcro sacro santo
– Encontrar un poeta que con hermosa prosa lo enamore
– Por último, al final del camino, debe evitar a los vendedores de raso, que lo ataran irremediablemente a las rocas.
Entonces, si siguió estos consejos, podrá llegar a Pisa y ganar el premio.
¿Qué era ese texto? ¿Qué significaba? ¿Cuál era el juego y el premio? – pensó. Pisa no estaba en su trayecto ¿Pero, por qué no conocer la famosa torre inclinada? Quizás ese escrito le señalaba el camino a la fortuna que tanto deseaba. Apostó a que la suerte estaba de su lado. Miró en todo sentido con desconfianza, quizás era algún chiste, una mala pasada. Disimuló, visitó la iglesia y volvió a mirar. Dudaba de la casualidad o que lo tomaran en broma. Siguió caminando y salió del templo.
Esa tarde estaba fresco en Roma. En su trayecto al hotel observó el café de Vía Napolitano y Góngora y decidió sentarse. Aprovechó y releyó el pergamino. Al rato, luego de componerse con el fuerte café, pensó en su familia, soñó con ganar dinero para recuperarla y decidió seguir. Ya en el hotel, encontró en su computadora que Pisa está al norte de Roma, debería pasar por Florencia, ubicó y marcó la ruta. Al día siguiente, alquiló un auto en la mañana temprano y emprendió el rumbo a su nuevo destino.
El camino era hermoso, preguntó sobre la ruta y nadie le supo decir sobre el Camino de la Mora. También preguntó sobre la existencia de antiguas ruinas, ¡Allí estarían las sacras tumbas! Alguien le indicó que había ruinas en Viterbo, pero no era necesario pasar para llegar a destino, el camino actual evitaba las ruinas. Preguntó por una ciudad de poetas o tenderos y nadie le supo decir. A pocas horas de viaje los carteles le indicaban el arribo a Pisa. En media hora estaba frente a la famosa torre inclinada en Piazza dei Miracoli. Había llegado. Disfrutó el paseo, se sorprendió con el hermoso monumento, luego buscó un hotel y se alojó.
Cuando despertó, su estómago le indicaba la hora de cena, bajó al hall del Riviera y preguntó dónde comer. El conserje le comentó que atrás del hotel, al otro lado de la manzana, había un viejo restaurant donde podría hacerlo. Le dijo, además, que había show en vivo y una pequeña sala de juego donde distraerse.
Bebió y comió opíparamente. Alguien se acercó y le preguntó en italiano si jugaba póker. El hombre, bien vestido, fue amable y simpático, le agregó que él sería de la partida y que faltaba un jugador más. Quería convencerlo. Juan dudó, recordó por un momento a su familia, pero pensó que seguiría su día de suerte y aceptó jugar.
Nadie hablaba, todos observaban y los presentes intuían el premio mayor en juego, tenía en sus manos tres ases servidos. Había perdido todo, y su contrincante lo apuró, estaba en juego ganar una fortuna o perder su vida. Se detuvo en el tiempo, pensó largamente la jugada, ¿Aceptaba o no? ¿Estaba en sus manos ganar o perder? Las cartas estaban echadas. Aceptó.
El diario de la tarde: “Corrieri de Pisa”, decía:
“Luctuoso hecho sucedió a las afueras de Pisa. Vendedores ambulantes de raso encontraron muerto a un turista a las doce del mediodía, en el lugar conocido como el cañaveral de los poetas en el valle azul, detrás de unas viejas rocas, a la vera del camino de Roma a Pisa. No se sabe con certeza el motivo de la muerte. Como posible causa del deceso se investiga una deuda de juego “
[1] El número 17 significa «la desgracia»