En muchos artículos de nuestros diarios aparece el antagonismo entre los intereses personales y la construcción de ideas.
Por ejemplo:
- En el diario la «Voz del interior» de este domingo (29-06-2014), en el editorial de política de Julio C. Perotti denominado: «Agenda para el futuro se busca», el autor manifiesta la necesidad de definir un modelo sustentable para la provincia de Córdoba, sus ciudades y sus campos versus los intereses políticos sectoriales.
- En el mismo sentido, Beatriz Sarlo en un artículo de opinión denominado «Gente apurada», encontrado en Perfil.com —de hoy también— manifiesta los fracasos futuros y pasados de la búsqueda de armar consensos cuando están basados en apetencias meramente electoralistas.
Si bien estos ejemplos, están basados en comentarios a nivel provincial y nacional, el mismo problema lo sufrimos a todo nivel institucional. Incluso en los claustros universitarios, dónde las diferencias de ideas y el pensamiento crítico son aspectos fundamentales para construir conocimientos que deberían prevalecer. Recordemos que figuran entre los principales objetivos de la Universidad.
¿Es malo, es bueno, es inocuo? Este es el tema que ponemos a consideración. Analicemos.
Las apetencias personales son interesantes para fomentar el progreso personal y social, considero válido ser aspirante. Todos nos debemos el derecho de progresar y de no ser conformistas. Pero en este sentido, quizás el límite está entre ser aspirante y tener una ambición desmedida. Es como los remedios, quizás la sanación o la enfermedad de una persona, está en la dosis administrada.
Sigamos analizando. Por otro lado, la otra cara de la moneda está en la preparación de programas y construcción de políticas donde estén representados los intereses comunes. Al respecto, recordemos un sabio dicho:
No hay viento favorable para el que no sabe a dónde va.
Pienso que nadie puede objetar la idea de construir programas racionales para desarrollarnos y construir un futuro mejor. Armar un plan para guiar el rumbo a donde dirigirnos. Fijar visiones, metas, objetivos y valores (reglas de juego) para conseguir nuestros propósito es óptimo. Pero claro, no es fácil de hacer.
No es fácil por varias razones. Una de ellas es que, para que seamos consecuentes con un plan y logremos su éxito, necesitamos el apoyo de la mayoría y es útil que nazca del diálogo y el consenso. Debe ser construido por todos y no por unas pocas mentes iluminadas poseedoras de la verdad. Y esto requiere tiempo. Sobre todo, cuando los frutos del consenso están en contra de intereses personales y traspasamos los límites de nuestras aspiraciones legítimas. Cuando está en juego el bien común contra el bien personal, se necesita madurez y educación para optar por el bien de todos. Además, el progreso en la construcción común es lento y trabajoso, lo que constituye una seria desventaja.
Por último, pongo a vuestra consideración, si este análisis de desequilibrio que expongo, junto a otros comportamientos (seguramente no es único), no son parte de las causas de nuestros males y nuestro estancamiento.