Hace muchos años, más de 30, comenzamos junto a un grupo de amigos a implementar proyectos de tecnología. En aquellos años, el tema básicamente era la automatización de procesos repetitivos, algunos complejos, y facilitar el tedioso trabajo manual. Hasta ese momento la informática se enfocaban en las areas contables y administrativas donde el cálculo era la tarea más demandante en tiempo y trabajo.
La primera preocupación que teníamos para estos proyectos era el hardware, las computadoras eran costosas y eran el primer paso de una larga escalera hacia la automatización. En ese camino, solucionado el tema del hardware, la segunda preocupación pasaba por el software. No había software flexible y muchos de los trabajos de informática consistían en construirlo. Como tercer paso pasábamos a la digitalización de datos; una tarea abrumadora vinculada directamente al tamaño de la organización y su historia plasmada en papel.
En este punto de la historia, éramos optimistas, pensábamos que teníamos en nuestras manos el éxito dando estos pasos. ¡Cometíamos un error grave!, éramos ignorantes, pero con buenos conocimientos técnicos. A fin de ir complementando nuestras propuestas y no fallar, observamos la necesidad de incorporar la teoría de sistemas, en especial la referida a sistemas informáticos y sus interdependencias. También descubrimos con dolor, que un sistemas era mas que hardware, software, y datos.
Es así que incorporamos otros componentes a nuestro concepto de sistema, entre ellos: al factor organización (cultura, valores, visión, objetivos, etc.), la experiencia de nuestro cliente (know how y reglas del negocio ), requerimientos y procesos (el análisis de sistemas) y el más importante: la gente que utilizaría el sistema. Fue así que integramos en todo proyecto, como factor elemental la capacitación de los recursos humanos; el factor humano, además de lo técnico.
Mientras aprendíamos sobre la marcha, a partir de experiencia diaria y propia en proyectos, paralelamente estudiamos otros temas como administración de proyectos (Project Management, PM), procesos de cambio, talleres de trabajo participativos en los procesos de implementación de proyectos informáticos, psicología y otros etcéteras. Estoy seguro, que si no considerábamos el factor humano, cultural y social en nuestros proyectos, no hubiéramos podido tener proyectos con algún grado de éxito, y ello no es una política empresarial, a no equivocarse, es reconocernos como humanos.
No podemos dejar de mencionar que, en forma paralela, aparecieron cambios tecnológicos gravitantes al panorama inicial que describimos, por mencionar algunos en nuestra áreas de trabajo:
– La incorporación de las comunicaciones, redes locales y luego generales, a la tecnologías de la información. Internet, la más importante en esta línea.
– La masificación de la tecnología en todos los ámbitos de nuestra vida profesional y personal.
– Nuevas herramientas de captura de datos.
– Nuevas herramientas de análisis y lenguajes de programación.
– Teléfonos inteligentes y otros formatos de hardware.
– Las redes sociales
– Y temas de hoy como Inteligencia artificial; realidad aumentada, que no debemos soslayar, y esto no termina, comienza.
Además, hoy es común plantearnos cambios radicales en nuestra manera de pensar por la influencia de la tecnología. Y damos por sentado, asumimos, que la tecnología ha cambiado nuestra forma de vivir, sin dubitar.
¿Y como sigue esta historia ? Afirmamos que siempre hay cosas para mejorar y aprender en nuestro horizonte.
En esa línea de aprendizaje continúo, veamos un factor importante, proveniente de la lectura, que nos permite optimizar nuestras implementaciones. Un tema que si bien lo intuíamos como cierto, lo descubrimos expresados por una ley de hace muchos años.
Se conoce como “ley del mínimo” o ley de Liebig.
El Barón Justus von Liebig (1803-1873) fue un químico alemán, considerado uno de los pioneros en el estudio de la química orgánica. El estudio este problema que hoy se debe considerar en todo proyecto para no fallar.
Dice:
La «ley del mínimo» afirma que el crecimiento de un organismo (de una planta, por ejemplo) no está determinado por la cantidad de recursos disponibles (luz, agua, etcétera) sino por el más escaso de ellos, algo así como el «una cadena es tan fuerte como su eslabón más débil» de la ecología. Esta ley implica una suerte de «no linealidad»: a fines de que una planta crezca, ninguna cantidad de agua (por ejemplo) permite compensar la falta total de luz.
Conocida también por ley del barril, podemos observar en el siguiente dibujo la razón para llamarla así.
Liebig usó la imagen de un barril, que ahora se llama “el barril de Liebig” para explicar su ley. Así como la capacidad de un barril con duelas de distinta longitud está limitada por la más corta, el crecimiento de una planta (un proyecto) se ve limitado por el nutriente más escaso.
Su aplicación en proyectos informáticos, en particular los sistemas de información geográfica (SIG) y territorial (SIT) de nuestra especialidad, deben observar todos los detalles y componentes. El mas mínimo caracteriza el sistema. Personas poco capacitadas y comprometidas; con malos sueldos, sin reconocimiento de su trabajo; mala calidad de datos o desactualizados, un software de mala calidad, una infraestructura y ambiente de trabajo inadecuado, son ejemplo de estos mínimos que hacen a la bondad final del sistema.
A manera de conclusión, cabe agregar que siempre debemos preocuparnos por darle calidad a nuestros servicios, mejorar nuestras prestaciones para implementar nuevas tecnologías. También, sin dejar de considerar la vision sistémica, escuchar al otro encarnado dentro del conjunto denominado: “usuarios” (factor humano) y hacer cumplir la ley de mínimo o de Liebig`, que ahora difundimos y es crucial para el éxito de nuestras implementaciones.