Gratitud

Dijo Cervantes en su Don Quijote:“La ingratitud es hija de la soberbia”,  y la lectura de esa frase me tocó, me alteró, fue un gancho en el que quede colgado y del que me cuesta salir. Y no puedo seguir atrapado sin intentar escapar de mi atadura. 

Debo mirar hacia atrás, luchar contra el olvido y agradecer.

Agradecer …

En lo familiar y particular

– A mi madre por su devoción incondicional, su amor  y el permanente señalamiento del “deber ser”.

– A mi padre por ser sostén material con su trabajo de toda mi niñez y juventud, por su vocación de trabajo. Por su calor y amistad en el último año de su vida.

– A Orlando, Graciela Crichigno (la Tati), Horacio y José Luis Zicari y Jorge García, mis amigos de la infancia con los que compartí juguetes e inocencias de niño.

– A las tías postizas: María Dato, la Tiffi Daher y María Marazzato (la tía petisa), por su amor incondicional.

– A mi padrinos Dora y Flavio.

– A Junín, el pueblo de mis padres, por sus tardes y noches de verano. A las inolvidables Elsa, Susana y Beatriz.

– Al colegio Guadalupe por mi educación.

– A Hector Soria y los amigos de la calle Cabildo por su amistad. Siempre presentes en los recuerdos dorados de la juventud.

– A Néstor Ciampagna, primo lejano, por sus pacientes y sabios consejos ante las tribulaciones de juventud.

– A mi mujer por facilitar mí vivir y ayudarme a progresar. Por su amor y sus consejos. Ella siempre estuvo detrás de mis afanes. 

– A mis suegros Chula y Emilio.

– A mis hijos, por soportar a un padre  muchas veces ausente, sin haberse dado cuenta de la riqueza que perdía. No nos enseñan a ser padre.

– Al Dr. Mammana –médico– por salvarme la vida en un momentos de diagnósticos equivocados.

– A mis amigos por su paciencia y ser oídos permanentes atentos a mis angustias, vanidades, sueños  y alegrías.

– A mis nietos que le dan  el mayor sentido a la vida en esta etapa de la tercera edad. Sus sonrisas es el premio mayor que uno puede tener.

—En lo profesional

 – A mis profesores y compañeros del Colegio Guadalupe, a los de la Universidad de Morón (UM) y de la Universidad de Buenos Aires por todas sus enseñanzas.

– Al capitán Ripani por facilitar mi ingreso al Instituto Geográfico Militar IGM (hoy Nacional). Fue el principio casual de mi profesión de agrimensor. En aquellos tiempos estudiaba abogacía.

– A Manuel Faciano por instarme a estudiar y su persistencia para que fuera profesional. Por frenar algunos de los ímpetus de juventud y, de alguna manera, pensar a futuro,.

– A Luis Alfonsin, mi colega del IGM— por ser un faro a seguir.

– A los inolvidables: Esteban Horvat, Rubén Rodríguez, Alberto Christensen, Alfredo Elías, Enrique Spiess, por transmitirme su amor a la profesión y sus signos de excelencia.

– A mis compañeros de trabajo del IGM: el sargento Serbluck, el Sargento Moreno, Pedro Farias, Alfredo Iglesias, Sofío, Héctor Scampini, Alberto Spandonari, Saúl Berendorff, Dalvia, y Aguirre.

– A Roberto Leni; amigo, compañero y compadre de la UM.

– A Juan Carlos Falco, mi compañero de viaje en tren de Once a Morón, contertulio de charlas interminables cuando éramos estudiantes de Agrimensura.

– A Lito (ing. Juan Manuel Fernández) y el ing. Llansó por abrirme la puerta de la topografia y su enseñanza en la UM.

– A Federico Krommel por enseñarme con su ejemplo las obligaciones de ser jefe.

– Al capitán de navío Jorge  Larralde por mi paso en el Servicio de Hidrografía Naval. Ahí conocí a los inolvidables amigos Héctor Salgado y Luis Benito Resio. 

– A  Oscar Schvarzer por darme el patadón necesario para recibirme de ingeniero.

— A Lorenzo Samper por darme trabajo en mis primeros pasos en Córdoba.

—A Carlos Tatián y  Pichi Debiasse  por confiar en mi capacidad para realizar  con ellos el sistema de apoyo geodésico  del Puente Posadas-Encarnacion. 

– A Gabriel Sosa, un socio ejemplar, con el que creamos Rio Primero Computación.

– A Tito Livio Racagni por las hermosas tardes de charlas sobre Agrimensura, Geodesia y la vida.

– A Víctor Haar por la confianza que me dispensó para ser profesor de la materia Sistemas de Información Territorial en la UNC.

— A Félix Roca por generar los concursos necesarios para acceder a los cargos docentes universitarios en forma regular.

– A Miguel Díaz Saravia por tenderme una mano dándome trabajo cuando lo necesitaba.

– A Norberto Ferniot por permitirme compartir su trabajo, su dedicación y calidad profesional, delegar y confiar en mi parte de sus responsabilidades.

– A mis amigos y  afectuosos compañeros de trabajo de Panedile;  los hermosos recuerdos de Santa Rosa, las enseñanzas de la obra y de la vida en obra.

—A Gabriel Goldman por darme la oportunidad de acceder a la primera PC.

– A mis alumnos por sus pacientes escuchas. Y más agradecimiento a aquellos que me supieron retrucar.

– A Fabio Fortuni por su apoyo incondicional, por ser el pilar principal de Ciampagna y Asociados.

– A mis compañeros de sueños: Pablo Figliolo, Ernesto Roitter, y Fabio Fortuni con los que construimos MicroGis.

– A Guillermo Marianacci por confiar en nuestro software MicroGis  –nuestra puerta de entrada al mundo de los SIG–.

– A mis eventuales dependientes que confiaron y apostaron al rumbo que supe señalar.

– A Juan Amusategui por su amistad y ayuda en mis primeros pasos de consultor en el Catastro de Neuquén.

– A Carlos y Eduardo Viola, Merril Lyew y mis amigos Pedro Barbero y Omar Baleani que acompañaron la trayectoria de nuestra vocación de representantes de ESRI.

– A Diego Erba por las oportunidades que me brindó abriéndome las puertas del Instituto Lincoln.

— A Carlos Barto, colega informático de la UNC, por su señoría, inteligencia, y experiencia que sólo pueden generar los buenos consejos que me dió.

– A Guillermo Ciampagna, mi hijo, por su pasión por el trabajo y el aprender, por su fuerza, por hacer crecer la empresa que empezamos tímidamente y darle el carácter que hoy tiene.

– A Teodoro Ciampagna —mi otro hijo—por mostrarme que la vocación hace fácil el trabajo. Por su coaching y apoyo familiar.

– Gracias a CEFE, a sus facilitadores y compañeros de curso. Ellos me permitieron descubrir y abordar nuevos rumbos en la profesión de educador.

– Agradecer a Tony Solano Mayorga y Julio César Peralta, por su hermandad en los caminos recorridos en Costa Rica.

– A mi compañero de trabajo en los catastros de Formosa  y  luego de Neuquén, mi amigo: Marco Colaluce —un maestro en bases de datos—

– A mis colegas colombianos que me brindaron otras ópticas de nuestra profesión. En especial a Ricardo Lozano Botaché.

– A Víctor Toty Caseres por sus enseñanzas en el arte de la fotografía.

– A Mario Raul Cuomo por compartir la necesidad de una búsqueda de sentido de la vida y hacerme sentir que no soy el único loco.

– A Armando del Bianco por su permanente aliento, sus inconmensurables halagos, sin duda caricias al ego; simientes de las fuerzas para proseguir la lucha.

– A Germán Maretto y mis compañeros de “Tertulias para escribir” que apuntalaron mi vocación para escribir y corrigieron pacientemente mis escritos.

– A Norberto Frickx por considerarme  partícipe  en el grupo de los académicos.

– A tantos otros que se cruzaron en nuestra camino, que directa e indirectamente, muchas veces ignotos o desconocidos, contribuyeron al devenir de nuestra vida y a formar lo que somos.

— Y a tantos otras personas … Sin duda, estas ocuparían múltiples  líneas de una interminable lista, una lista con importantes faltantes fruto de las traiciones de la memoria.

Y por fin, reconocer y exclamar: ¡Qué sería de nosotros sin la ayuda de los demás…!

No dejes de agradecer, puede suceder que quieras y no puedas. Que sea tarde para hacerlo. Las gracias hay que darlas en vida.

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