La casa que vivimos estaba antes ocupada.
No sólo quedaban los fantasmas.
Nuestra vida no empieza cuando nacemos. De cara a la nueva vida, el tiempo y lugar en que lo hacemos no son asépticos.
Cuando crecemos siguen en nosotros y están en nuestras entrañas.
Allí estaban: ratas, alimañas, rinocerontes, polvo, mugre, ruinas, hongos, humedad, plantas en las paredes, vestigios de pintura, junto a los fantasmas.
Pero, también estaban el bello paisaje, el sol y su tibieza, las frutas, el agua y el vino, las estrellas, los hermosos pájaros volando, el aire limpio para respirar profundo, el amor de nuestra madre, el cansancio de nuestro padre, las sonrisas de los abuelos, las lecturas de sabios libros.
Todos ellos, entremezclados, a veces escondidos, allí estaban; en la vieja casa donde nacimos.
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