Homenaje a Miguel Aguila

Un torbellino de pensamientos y sensaciones se suceden en mi mente al saber la muerte de Miguel en estos días. Muy triste noticia.

A mi mente le cuesta abandonar su imagen, su piel blanca, el pelo canoso y una avanzada calva, la barba en punta, quizás un poco desprolija. Sus ojos claros y vivaces, sagaces, en búsqueda constante. La inquebrantable presencia de su familia en todas las charlas, el saludo final en sus correos para la mía –»Saludos a la patrona»– su presencia de hombre experto y el respaldo de la vieja sabiduría, su optimismo y perseverancia en lo que creías. Nuestra largas charlas, las conversaciones sobre Uruguay y Argentina, como partes de la Latinoamérica conflictiva y mágica.

Muchos años hemos pasado juntos trabajando para los cursos a distancia del Lincoln; el Excel, Internet, Moodle, el Word, el correo, el Skype fueron parte de nuestras vidas. Cosas que cuando jóvenes no soñábamos, pero que nos acercó la tecnología que aprendimos, facilitados por nuestra lógica de ingenieros, nuestro espíritu curioso y de la cual siempre aceptábamos su desafío. Es que estábamos cerca, éramos fundantes en otras áreas de los avances de los principios de modernidad con la que fuimos formados; fotogrametría, digitalización de los catastros, aplicaciones del GPS, sistemas de información geográfica, fueron aportes del cambio tecnológico donde fuimos actores principales. Y detrás nuestro; de soporte la FACYT, la regla de cálculo y la tabla de logaritmos, con lo que aprendimos los primeros pasos profesionales, con ellas la paciencia, la clara distinción sobre lo que queríamos , los objetivos que alumbraban nuestro camino.

Estimado Miguel, hiciste historia, mejoraste el mundo que recibiste, diste ejemplo, fuiste un norte a seguir. Un abrazo compañero y permanente consejero. Gracias Instituto Lincoln, que nos permitió conocernos, te recordaremos siempre, tus charlas en las presenciales abonaron nuestra vida.

Hasta siempre y seguimos

José