Nos conocimos de grandes, ambos superábamos los sesenta. Primero conocí a su esposa Beatriz. Fue profesora de un curso de Programación Neurolingüística (PNL) que supe realizar. Luego, por vinculación con mi señora, compañera en actividades de mediación con Bety, lo traté a Ernesto Bernardo Teicher, “Tito” en el círculo de amigos. Simpatizamos inmediatamente en una reunión social de mediadores; los dos éramos sapos de otro pozo que encontramos el socio –quizás por nuestra común profesión de ingenieros– para sobrellevar una reunión ajena a nuestros intereses.
Y así fueron otras reuniones y poco a poco, descubriendo en ellas distintas circunstancias, pero, con ejes comunes, fuimos profundizando nuestra amistad. Descubrimos en ese tiempo que, sobre el mismo mundo, nuestras historias habían sido diferentes en una misma Argentina. El de Córdoba y yo de Buenos Aires ¡Cuán diferentes somos unos de otros… ! pero los dos éramos nietos de inmigrantes, compartíamos las historias de los abuelos, de sus esperanzas puestas en nuestro país huyendo de las irracionalidades, las persecuciones absurdas y el horror de lo peor del mundo. También ambos nos criamos en hogares de clase obrera, transcurrimos valles, depresiones y alturas propias de nuestra cíclica Argentina. Por que no decirlo, ambos gustosos de acompañar nuestras comidas con un buen Malbec.

Ernesto Bernardo Teicher fue un destacado empresario de la Ciudad de Córdoba, fue reconocido como “empresario del año” en el 2018. Fundó Elyon S.A., empresa desarrollista, junto a sus hijos Martín y Gabriel. Elyon significa en hebreo “Altísimo”. La empresa, de tipo familiar, que manifiesta los siguientes valores:
“Somos una empresa familiar que busca constantemente plasmar su ética y buenos principios en cada tarea realizada, transmitimos estos valores a todo el equipo y buscamos que estos sean los que primen en cada acción y relación”.
Su visión es:
“Ser la desarrollista más confiable en la región”.
Sin duda ambas definiciones tienen el trasfondo de lo que pensaba Ernesto. También, Tito Teicher ocupó un rol de relevancia dentro de la comunidad judía cordobesa. Fue un miembro activo de la Daia, entidad que presidió por muchos años y encabezó el Banco Israelita de Córdoba en dos períodos. Casado con la escritora Beatriz Grimberg, de esa unión nacieron Daniela, Martín y Gabriel y un importante número de nietos.
Como miembro de la generación silenciosa (niños de la posguerra, nacidos entre 1930 y 1948), espero ser justo con esta apreciación, se adscribió como todos inconscientemente a algunas de sus características. Menciona Wikipedia para esta generación:
“Sus miembros nunca se levantaron en protesta como una entidad política unificada debido a que «seguir las reglas» había demostrado ser un éxito y había llevado a una creación de riqueza estable. Lo hicieron manteniendo la cabeza baja y trabajando duro, ganándose así la etiqueta de silenciosos. Sus actitudes se inclinaban a no arriesgar y a ir a lo seguro.”

Como mencioné anteriormente, no compartimos la juventud y los tiempos de adultos, tampoco actividades profesionales. Por lo tanto, mi visión es parcial, de amistad familiar en tiempos maduros, pero si bien sesgada no fue menor. Ernesto fue la cabeza de una familia hermosa junto con su esposa a la que amaba, idolatraba, y admiraba profundamente. Era una persona realista pero también conjugaba en sus palabras una cuota de ser idealista, fue avezado navegador en tormentas, inteligente, memorioso, perspicaz, y negociador. No era hombre de lujos pero atento al buen vivir. Un conocedor de la ruta para llegar a resultados. Era cordobés hasta el tuétano, amaba su cultura, su ciudad, sus laberintos. Fue un viajero incansable y un ser accesible y amistoso.
Amigo de fines de semana en las sierras cordobesas, donde soñábamos juntos y disfrutábamos de la naturaleza, de ejercicios mañaneros, de largas caminatas donde no faltaban historias de jóvenes y lejanas picardías, de historias pasadas, de subidas y bajadas que te presenta la vida, de las cuestiones de familia, y de las vicisitudes de la actividad empresaria. También, sin duda como buenos argentinos, la política y la economía estaban también presentes. Me deleitaba con sus conversaciones y conocimientos sobre la Tora, la Cábala, las tradiciones judías, el holocausto, las aventuras del barón Hirsch, la inmigración en Moisés Ville y otros temas o historias.
Al decir de un cronista de la Voz del Interior, que corroboro y amplio (no solamente en los negocios estaba su siembra):
“…Es difícil hablar exclusivamente de negocios con Ernesto Teicher. Su vida está sembrada de hechos en los cuales aflora su fuerte compromiso con la comunidad israelita, participación que también le ha dado una identidad pública en distintos ámbitos.”
Estimado Ernesto, voy a extrañar tu presencia, tu optimismo, tu fe, tu apuesta a la confianza, tu profunda espiritualidad. Rescato esta frase tuya de un escrito de WhatsApp en ocasión de un análisis que mantuvimos sobre una reunión virtual de la Bolsa de Comercio:
“Gracias por tu análisis, coincido FUNDAMENTALMENTE en el tema CONFIANZA, todo lo que se construya es de adentro hacia afuera, del ESPIRITU de cada uno, allí reside la fuerza INFINITA, y sin confianza el espíritu no se activa.” (Las mayúsculas son de su escrito original)
De nuevo, insisto, te extrañaré estimado Tito. Te distrajiste amigo o apostaste a vivir, lamentablemente nunca lo sabremos. Pero nos parece, Adriana y a mí, increíble tu viaje. Pensar que la semana siguiente al contagio tenías turno para la vacuna.
Tito Teicher falleció víctima de Covid-19 el 21 de marzo del 2021 en la ciudad de Córdoba..