Cuento: «Félix, la gringa, Susana y Alberto»

Estimados lectores, hoy en día rescato un cuento escrito hace un tiempo. Lo acerco a Ustedes a continuación. Para aquellos que lo quieran leer con más tiempo fuera de línea, sumo un archivo de tipo PDF para su lectura.

Félix, la gringa, Susana y Alberto

Por José M. Ciampagna

Félix

El hermano nos cuenta de Félix

-¿Qué decir de mi hermano? Es un gran tipo, mayor que yo, es médico.  Los dos somos de Balcarce. Mi viejo trabajaba en la cosecha de trigo en esa época y se mudó a la zona después de varios años cansado de andar deambulando y hacer vida de gitano por la provincia. A mamá no le gusto trasladarse, era oriunda de la Capital, pero obligada se adaptó a la vida de Balcarce. A Félix y a mí siempre nos gustó el fútbol, el jugaba de arquero y yo de win, el fue siempre responsable, estudioso y seguro de sí mismo. Atendió a mis chicos cuando tuvieron varicela y es el proveedor natural de remedios para toda la familia. No pasan tres meses sin que nos mande un paquete lleno de “muestras gratis”. Mis sobrinos son parecidos a él; no juegan al fútbol. Son estudiosos y diferentes a los míos que son unos vagos.  Mi cuñada es una buena mujer, madre y esposa, ¡Media agrandada la gringa …!, pero es una buena mina. Los quiero mucho, aunque hace tiempo que no nos vemos. Alberto se fue a estudiar a Buenos Aires y tiene un consultorio pituco en el barrio de Belgrano. Hizo plata con la ginecología. Con suerte nos juntamos para las fiestas de fin de año, o cuando vienen de vacaciones a Mar del Plata y pasan por Balcarce y para algún cumpleaños de los míos. A veces, hemos ido a las fiestas de Félix en la quinta en Pilar. -Comentaba el hermano de Félix.

El amigo nos cuenta de Félix

-Félix es mi mejor amigo. Recuerdo cuando éramos estudiantes y llegó a Balcarce. Los dos íbamos a bailar al club Gimnasia y Esgrima buscando aventuras.  Usaba unos pantalones Oxford que le tapaban los zapatos. Siempre fue un latin lover y sigue así a pesar de los años que carga. Las minas se volvían locas al verlo.  Nosotros la remábamos, pero él no. Pintón, seductor, simpático, de buena charla, las tenía todas. Pero, era responsable y estudioso, sin embargo, quizás demasiado estructurado. Juntos vivimos mucho tiempo en un departamento que alquilábamos entre varios amigos en Suipacha y Santa Fe en Buenos aires. Félix se recibió de médico, y hoy es ginecólogo. A decir verdad, todos nos recibimos en esa época.  Éramos tres: Juan se recibió de abogado; yo de arquitecto y Félix, que se fue antes del departamento, poco después se recibió de médico. Todavía nos seguimos viendo. Cuando se casó con la gringa, ella se hizo amiga de Marta, mi exesposa, pero, desde que me divorcié ya no nos juntamos en familia. El “tordo” es exitoso, hizo guita con su laburo, y progresó mucho con el tiempo. Yo le proyecté y construí su casa de Pilar. Un lujo, eligió los mejores materiales, nunca tuvo peros para los gastos. ¿Qué mas decirte? Bueno, te cuento una anécdota del doctor que lo pinta entero. Una vez fuimos a Del Viso.  Unas chicas que salían con nosotros nos invitaron a pasar un fin de semana. Una de ellas se quebró una pierna, el la llevó al hospital zonal y la tuvieron que internar. Recuerdo que Félix estuvo pendiente de ella todo el tiempo; hasta que pudo caminar no la dejó un momento. Se pasó tres días cuidándola en el nosocomio. Yo lo quiero mucho, solemos encontrarnos a tomar café. A veces almorzamos en el centro o vamos a correr.  No pasa un tiempo sin que me llame- Todo esto comentaba su amigo.

La esposa nos cuenta de Félix

-Mi marido es la mejor persona del mundo. Claro, por eso me casé con él. Trabajador, comprometido con los chicos, y buen padre.  Familiero. Los domingos ama los ravioles caseritos que yo cocino. Nos conocimos en un baile. Recuerdo que mis amigas estaban locas por él. El negro tenía pinta y lo seguían mucho. Tardó en invitarme a salir, dio vueltas, me acechaba, daba otras vueltas, se hacía el interesante, pero al fin cayó. Félix todavía no se había recibido cuando quede embarazada de Juana, pero se recibió al año. Tenemos dos chicos, son nuestra vida. Juana estudia medicina y Marcelo está terminando el secundario. Nuestro temor con el muchacho es que le gusta el arte y la filosofía. Todo un idealista el mocoso, no sé de que va a vivir.

Si tengo quejas de Félix es que trabaja demasiado; tiene dos o tres congresos por año y me deja mucho tiempo sola. Siempre me avisa cuando opera, es metódico, quizás llega a ser aburrido con su trabajo y estudio.

Cómo debes saber; Félix es ginecólogo. Esa parte nunca me gustó. Siempre las mujeres andan detrás de él.  Está grande, pero tiene lo suyo. Es un imán para las minas. Yo siempre tengo que andar cuidando el paño. Soy medio obsesiva y se queja. Pero, tengo que cuidar a mi negrito. No me importa que me diga que lo deje tranquilo, que soy una obsesiva y celosa. A mi no me importa, ¡Que se siga quejando nomás…!  la carne es débil y las chinitas están terribles- Comentaba su esposa.

Un alumno nos cuenta de Félix

El doctor es un capo. Dicta Ginecología en Medicina, lo tenemos en quinto año, pero es una lástima que sea un rompe bolas. Es de esos tipos que no te perdonan nada. El problema es que siempre anda a mil. A veces nos hace venir y el guacho no viene. Mis compañeras se vuelven locas por él, no se que le ven. Se comenta que las mata callando y hace de las suyas; dicen que anda de trampa. De todas formas, en la ”facu” es un señor, no muestra nada.  Al tipo, yo lo admiro, es un ejemplo para seguir, siempre anda bien vestido; de camisa celeste impecable, saco azul y mocasines bien lustrados. Es un profe que da buenas clases. Dicen que es uno de los mejores ginecólogos de Buenos Aires. Los apuntes de anatomía que escribió cuando era estudiante, todavía los seguimos usando. Los podés encontrar en la Bisagra, la editorial universitaria. La cagada es que hay que estudiar mucho para aprobar la materia, sobre todo si no tenés polleras y peor si no le caés bien- Comentaba un estudiante.

Un Colega nos cuenta de Félix

-El doctor Félix Rocha es uno de los mejores médicos del ambiente. Se ha especializado en Ginecología y ha desarrollado técnicas de análisis que se usan en el diagnóstico de útero por imágenes. Estudió y se especializó en el exterior y bueno, como usted puede imaginar, ¡Todos tenemos algún defecto! En particular lo que me molesta que no colabora con la Sociedad de Ginecología que yo dirijo que  agrupa a los especialistas. Nosotros en algún momento lo ayudamos con un problema de una loca que le hizo juicio por mala praxis. Pero ahora, lo hemos invitado varias veces a las reuniones de la sociedad y no va. Es un desagradecido, un pecado mortal que le pone una mácula.  Atiende en la Clínica Mayo y en el Otamendi. También tiene un consultorio particular. Es profesor universitario y es muy respetado como profesional.  Suele viajar a congresos nacionales e internacionales y está en la punta de la ola. Claro, cómo Ud. puede imaginar no atiende por mutual. Algunos le critican que una relación con él es una calle de una sola mano: la que va en su dirección- Todo esto lo comentaba el Dr. Abelardo Rodríguez Pardo.

Susana nos cuenta de Félix

-A Félix lo tuve de profesor cuando estudiaba medicina. Sí, …, lo conocí siendo estudiante. Luego, con él trabajé haciendo prácticas de Ginecología en el Otamendi. Es casado y tiene dos hijos. La nena es su preferida y estudia medicina. El nene tiene el carácter del abuelo, es un bohemio y es la mayor preocupación que tiene el tordo. Quiere seguir filosofía y la madre que estudie Economía. A ella siempre le gustó la guita y el buen vivir. Cosas de gringas venidas a más. Ella va por el lado de los mangos. Yo sé que él no la quiere, aunque no lo dice. Se vive quejando de ella; de los ravioles del domingo, de las camisas sin planchar, que no lo mima, que lo vive controlando, etc., etc. Además, según me cuenta, la mina es un desastre en la cama, una momia. Yo tengo comentarios que la mina lo engaña. Son chismes de terceros, aunque no lo puedo comprobar.

Cuando está conmigo lo siento feliz. Liberado. Pero me tiene cansada con el cuentito que va a dejar a la gringa el año que viene. Después de tanto tiempo, no le creo nada. Ahora estoy saliendo con un amigo. Estoy grandecita y, como podés imaginar, ya no vivo de promesas- Comentaba Susana, una exestudiante y colega de Ginecología.

Félix nos cuenta de él

-Es difícil hablar de uno. Nací en Buenos Aires y me crie en Balcarce. Mi madre era ama de casa y papá era contratista del agro. El viejo tenía dos tractores y una cosechadora que trabajaba el mismo y de eso vivíamos. Tuve una infancia feliz, un muchacho de pueblo, hasta que me vine a estudiar a Buenos Aires. Mi familia todavía vive en la zona. Cuando murió papá, mi hermano se hizo cargo de los asuntos del viejo y él, con su familia, se quedaron.  

Me recibí de médico en el 89, soy casado y tengo dos hijos; un varón y una mujer. Mi vida es normal, casi aburrida, tengo buenos amigos y colegas. Pero no me puedo quejar. Vivo bien y he progresado profesionalmente. En el tiempo me especialicé en problemas de útero y doy clases en la facultad.  He viajado mucho, muchas veces por mi profesión, y también por turismo.  Tengo una quinta en Pilar y me encanta ir a pasar los fines de semana y estar tranquilo. Me llevo un libro y soy feliz. No soy muy deportista, pero me gusta ver fútbol, los ravioles del domingo y caminar- Así, Félix comentaba sobre él.

Susana

La madre nos cuenta de Susana

-Susana es la más chica de mis hijas. Es la tercera. Quizás la más rebelde y libre de las tres. Mi embarazo fue una sorpresa, no lo esperaba, fue un poco antes de que nos dejara su papá. Es una rebelde; no parece hija mía. Pero, no se parece en nada a la familia de mi exmarido gracias a Dios. Nosotros, los Pereyra, somos nobles y de buena cepa, no andamos con vueltas, somos trabajadores, responsables y estudiosos y mi hija es igual en eso. En cambio, la familia de mi ex; para que te voy a contar. Son todos sinvergüenzas. Gente de abajo, sin educación.

 A Susana hace mucho que no la veo, cuando cumplió diez y ocho se fue de casa. Eso nunca me gustó, siempre me quejo, tendría que venir más seguido a verme. Cuando viene le preparo pasta Flora que se que le gusta para acompañar el mate. A veces la llamo, pero es difícil hablar con ella, o no te contesta o te dice que está ocupada y que te va a llamar después y no lo hace. Luego, se arrepiente y te llama, pero pasan días sin hacerlo. Cuando no viene guardo la pastaflora en la heladera, pero claro, cuando viene la come dura- Comentaba la madre de Ana.

Una prima nos cuenta de Susana

-De Susana, que puedo decir, es mi ídolo. Es la hermana más chica de las hijas de mi tía Clara. Beatriz y Carla son parecidas a la tía, pero Susana es distinta. Es libre, no se adapta a las boludeces de mi familia. Estudió medicina y se recibió sin problemas, aunque siempre trabajó para estudiar. Pasó por todos los empleos que te puedas imaginar; desde un supermercado hasta la tintorería de un japonés. Parece que el dueño estaba loco por ella y la acosaba. Creo que el “ponja” se acordará siempre de ella porque Susana le quemó el pito con una plancha.  Imaginate al japonés explicándole a la mujer, otra “ponja”, que se quemó con una plancha y no puede coger. Lástima que nos vemos poco, salíamos juntas en un tiempo, pero no le aguante el ritmo, además conocí a mi novio y me distancié. Nos hablamos por teléfono y a veces nos juntamos a almorzar. Yo la quiero, siempre quise mucho a Susana. Es la prima que más quiero. Las otras son unas boludas- Comentaba la prima.

Una compañera de trabajo nos cuenta de Susana

A Susana la conocí un verano en Carlos Paz, trabajábamos de mozas en la confitería de la galería central. Ese verano la pasamos bomba. A los quince días nos fuimos a vivir juntas a un departamento.  La guita que nos pagaban no era mucha y vivir juntas era una forma de repartir gastos. Las propinas de los porteños eran abundantes y nunca nos faltó guita. Salíamos en la semana cuando teníamos franco. El sábado y el domingo era imposible por el laburo. Me acuerdo de que conocimos unos salteños con los que la pasábamos de diez. Eran muy piolas y cuando salíamos nos divertíamos mucho con esos dos sinvergüenzas. La verdad que eran muy agradables y cuando la cosa se ponía espesa, Susana siempre tenía una escusa para zafar y los bichos se volvían locos. Estuvieron mucho tiempo en la villa y disfrutábamos mucho. Lástima que ella se fue de vuelta a Buenos Aires cuando terminó el verano. Se que se recibió de doctora. De vez en cuando me escribe y me cuenta de ella. Se que andaba con un colega médico muy importante, no mucho más. Quedamos en que, en algún momento, iría a su departamento cuando vaya a Buenos Aires. Ella me invitó varias veces, pero no me decido, hay que tener dinero para ir a la Capi. 

Un exnovio nos cuenta de Susana

Susana, ¡Querés que te hable de Susana!  No es fácil para mí hablar de ella. Todavía me duele la relación que tuvimos. La conocí en la Facultad. Fue la mejor compañera que pude tener; inteligente, bonita, simpática, buena onda, buena alumna, las tenía todas consigo. Pero, siempre hay un “pero” …, ¡Era de temer! A los hombres las mujeres inteligentes nos asustan. Las que son libres nos encantan, pero sabés que podés salir herido. Eso me pasó. Hace más de dos años que tuvimos una relación, nada formal, por cierto, pero todavía no la puedo olvidar. No hay nadie parecida a ella. Salgo con otra mina, comparo, y se va todo a la mierda. 

Con ella entré como un caballo. Una tarde de abril estudiábamos juntos en mi casa de Flores, rendíamos patología y le habíamos dado a los libros todo el día y sucedió lo que no esperaba. Ella es muy atractiva, no muy, muy bonita, ¡no es que va a modelar …!, ni tiene nada de especial. Tampoco le falta nada, tiene lo que debe tener.  Fue cuando sus ojos negros se clavaron en los míos y me dijo si no quería que nos relajemos. Inolvidable noche, claro que no aprobé Patología. Ella –una hija de puta– sacó un diez. Salimos un tiempo, más de dos meses. Pero nunca entendí nada. Ahora me doy cuenta de que me utilizó, le era cómodo.  De un día para otro no me dio mas bola. Conoció a su futuro esposo, un tipo más grande que nosotros y desapareció. Hace poco me contó un ex compañero de facultad que se divorció. Espero poder verla en algún momento. No preguntes, sigo soltero todavía.

El exmarido nos cuenta de Susana

Tres palabras definen mi vida con Susana: “Una terrible equivocación”.  No quiero seguir hablando de ella. Por suerte no tuvimos hijos. Estuvimos casados un año y tres meses. La sigo viendo de vez en cuando. Todavía tenemos algunas cosas juntos, somos socios en un pequeño laboratorio. Nos va muy bien del punto de vista económico y no tengo dramas con ella en ese tema. El único problema fue casarnos. Nunca debimos hacerlo.  

Susana nos cuenta de ella

Entiendo que soy difícil; una mina complicada. Mi vida no fue fácil, tuve que irme de casa joven y la vida no me regaló nada. Mi vieja privilegió siempre a mis dos hermanas mayores. Ellas eran dóciles y seguían sus pasos. Se casaron jóvenes, consiguieron buenos maridos y le dieron nietos. A decir verdad –no voy a mentir– disfruto de mis sobrinos cuando los veo, pero guardo una hermosa distancia con ellos. Sus maridos tienen trato de hermanos con ellas, son insoportables. Su vida es el fútbol, el asado del domingo, hablar del último auto que se van a comprar, como cagaron a alguien y se llenaron de guita, y se las matan callando. Beatriz y Clara son unas cornudas o se hacen las boludas para pasarla bien.

Hice de todo, y se hacer de todo. Soy una buena médica; mis pacientes dicen que tengo sentido común y me quieren. No me falta dinero y tengo la entrada adicional del laboratorio del que se encarga mi exmarido. 

En cuanto al sexo opuesto, los disfruto. Es que no me banco las boludeces de ellos.  Son unos perritos falderos que no se bancan que sea rebelde.  Que uno haga lo que le gusta y tengamos libertad.  Ellos pueden llegar a la hora que se les cante, pero cuando vos llegas tarde, sos una hija de puta. No se bancan que viaje y tenga mi vida.  Estuve casada, pero nos separamos. El me engaño, me mostró que era de una forma antes de casarnos y luego cambió. La verdad que a veces pienso que fue una lástima no tener un hijo, pero no se dio.  

Alberto

El primo nos cuenta de Alberto

¿Vos querés que te hable de Alberto? Bueno, te cuento:  Alberto, ¡Qué contar de mi primo …! De chicos, nos criamos como hermanos. Sus padres y mis padres alquilábamos un departamento en el mismo edificio en Floresta, cruzando las vías del Sarmiento, del otro lado de Rivadavia. Jugábamos juntos.  Son inolvidables los fritos con mate que nos hacía la madre en las tardes frías de invierno.

En mis recuerdos están las escapadas por el barrio; tocábamos timbre a los vecinos y salíamos corriendo. Cosas de chicos. También, solíamos salir a andar en bicicleta por el barrio. Son inolvidables las rateadas al colegio. Recuerdo que nos juntábamos todos los rufianes en una confitería de Flores.  Y a los catorce hicimos la cola en la casa verde dónde los chicos del Colegio nos iniciábamos. La casa quedaba a una cuadra de la Plaza Lezama. Yo y el Beto lo hicimos una mañana temprano, el padre de Alberto trabajaba en una fábrica a una cuadra del concurrido quilombo de barrio y teníamos miedo de que nos pescara.

Va una anécdota: Cuando tenía dieciséis, tomando café en la misma confitería que nos rateábamos, vi al padre de Alberto hablando con la Coca. La misma mina con la que debutamos.

De a poco, fuimos creciendo y el tiempo nos fue separando. Yo me recibí de agrónomo y cumplí mi sueño de vivir en el campo. Alberto abandonó psicología. Siempre le gusto las ciencias sociales y el arte. ¡Era un romántico…!  Hace mucho que no lo veo. Creo que la última vez que lo vi, sino me equivoco, fue en el velorio de la tía Matilde. 

La compañera del taller literario nos cuenta de Alberto

Alberto, Alberto, me imagino que te referís al que vivía en Floresta. Había otro que vivía en barrancas de Belgrano. Alberto estudiaba filosofía, o algo parecido, pero abandonó. Me contó que su vida no era fácil; trabajaba en Avellaneda y viajaba hora y media de ida y otro tanto de vuelta. No se como hacía para estudiar y trabajar. Además, le gustaba la música. Tocaba el bajo en un conjunto de rock.   

¿Qué es lo que no le gustaba al Beto Valdepeñas? Lo conocí en el taller literario de Maretto, un profe de literatura de la calle Corrientes. 

Escribía muy bien, muy bien. Era de aquellos que lo hacían con y para el corazón.  El tema recurrente de sus relatos eran los sentimientos, los amores imposibles, y las frustraciones propias del amor. Sus textos eran una mezcla de prosa y poesía.  Te ponía la piel de gallina con sus apasionados cuentos. 

Te cuento una infidencia. En un tiempo me enamoré de él. No se dio. Él conoció a Miranda, la que fue su pareja. Tienen unos chicos hermosos, pero ellos ahora están separados. No vino mas al taller.

Un compañero de la facultad nos cuenta de Alberto

Una lástima, cuando lo veo le digo siempre, es una lástima que no hayas terminado su carrera. Se fue a probar otra, probó con psicología y después dejo de estudiar.   Un tipo inteligente, pero no daba a basto. Tenía que trabajar, vivía muy lejos del centro, y hacia música. ¡En eso un prodigio! Una vez, en un asado festejábamos el día del estudiante, todos quedamos maravillados como tocaba y cantaba. Empezó con tangos, siguió con folclore, con temas de Serrat y finalizó con rock. No te imaginás la versión que hizo de “muchachas ojo de papel”. Inolvidable.

Entiendo, me lo contó un sociólogo, que se lo cruzó, que en un momento fue compañero nuestro y que esta a cargo de una consultora, que Alberto hace encuestas. Un capo el tipo. Recuerdo que siempre se destacó en estadística. Los números le encantaban y tenía pasión por la filosofía. Curioso ¿no?

Un antiguo compañero de trabajo nos cuenta de Alberto

Hablar de Alberto es hablar de política gremial. ¿Por qué digo esto? Te explico: Recuerdo que Alberto era un tipo que vivía preocupado por todo y por todos. Los baños de la metalúrgica daban asco, y él se los hacía notar a la patronal.  El dueño del buffet estaba arreglado con el jefe de personal, y hacía lo que quería. Comíamos mierda y el se lo vivía diciendo. Y así te puedo contar veinte temas donde el Beto ponía las cosas en su lugar. En forma muy inteligente, tranquilo, sin enojarse, decía lo que tenía que decir y lo que pensaba que era justo. Siempre poniendo la geta ante los trompas. Y bueno, en un momento se dio. El delegado que estaba se fue a la central del gremio y surgió la oportunidad. Beto ganó la elección por mayoría absoluta en la asamblea y lo eligieron delegado.

Mejoraron los baños al poco tiempo de su gestión, cambiaron el ladrón del buffet y la cosa mejoraba. De a poco, pero mejoraba. Pero claro, el capo del gremio estaba fula. Se ve que el vuelto no le llegaba o si le llegaba, los dueños querían que se bajaran los gastos en compensación de la cometa. El Beto se resistió, pero lo amenazaron una y otra vez. La última fue seria: unos negros le robaron a la salida de la fábrica como escusa y lo cagaron a palos. Además, le dijeron que la próxima sería con su familia. 

Me acuerdo de que nos reunió a todos, nos pidió que lo apoyáramos, pero mucha gente se borró. Nadie quería problemas. Es mas, pienso que los del gremio hablaron con algunos y les prometieron el cielo y la tierra e hicieron mutis por el foro.

El Beto al tiempo, gracias a Dios, renunció. Lo hubieran matado; había rumores que iban por todo.

Como podés ver, Alberto es un bohemio, que más te puedo decir… Bueno, te cuento un chisme, un rumor que corrió por la fábrica.  Algunos compañeros lo vieron –cuentan las malas lenguas– que andaba con la esposa de un médico, ginecólogo, famoso, gente de guita. Los muchachos siempre justificaban que llegaba tarde a la fábrica por eso, a veces por una semana entera, y ellos lo cubrían en honor a una fechoría. Parece ser que tenía una relación prohibida que mantuvo y mantiene desde siempre.

El padre nos habla de Alberto

Mi nombre es Horacio Valdepeñas, soy el padre de Alberto. El es el mayor de mis tres hijos. Beto fue el mimado de su mamá hasta que falleció, hoy hace mas de diez años. Sino mal me acuerdo, el tenía veintidós años cuando falleció la vieja. Quedamos solos; María, un año menor que Beto, se hizo cargo de la casa y también oficio de madre de mi tercer hijo Roberto. Épocas duras aquellas; nos costo mucho superar el trance.  Beto se refugio en el trabajo para olvidar, la facultad, el gremio, ¡sí, en un tiempo fue delegado gremial!, y la música. Toca muy bien la guitarra y le gusta cantar. Su música preferida es el rock, pero a mi me gusta el tango y el folklore. Siempre refunfuña cuando le pido que me toque una canción, pero para darme el gusto o sacarme de encima canta “Adiós Nonino” de Astor Piazzola de vez en cuando.

Después de derivar por varios trabajos, consiguió un empleo estable y le va muy bien.  Fue una lástima cuando dejó el gremio. Tenía como delegado gremial el futuro asegurado. Es una lastima que dejó la facultad, es un tipo inteligente y laburador. La inteligencia la sacó de la vieja y de mí ser trabajador.

Algún domingo viene a casa a comer. María nos prepara algo rico, yo compro algo para el vermut, viene mi otro hijo y me traen al nieto. 

¿Qué mas te puedo contar? Hoy Beto vive en el centro. A Floresta viene poco, antes venía mas, tenía una novia cerca de acá. Es duro ser viudo. Uno se siente solo. Si lo ves decile que me venga a visitar.

Alberto habla de Alberto

-Nunca me gusto hablar de mí. Algunos dicen que mi vida se ve reflejada en mis cuentos o en la música que toco. No sé. ¿Preguntame?­– 

—¿Qué estudiaste?, ¿dónde viviste?, ¿qué hiciste? —

Estudie Sociología, pero me cansaron los números. Si bien era una carrera humanista, la estadística no era mi amiga. En un momento quise pasar a Psicología. No me aceptaban muchas materias, siempre había un “pero”, al final me cansé y abandoné finalmente. Trabajaba en un taller metalúrgico en Avellaneda y me era pesado seguir. El gremio también colaboró en que abandonara. Se portaron mal conmigo, eran unos hijos de puta. Recuerdo que me metí de delegado de la UOM y eso llevaba tiempo. Al final cuando me di cuenta como era el tema, lo dejé; no tenía estómago para traicionar a los compañeros de laburo por unos míseros mangos que me querían tirar los de arriba.

En cuanto a donde viví, fui un vecino de Floresta. Un barrio tranquilo de Buenos Aires. Bueno, ahora no es tan tranquilo. Ningún barrio es tranquilo.  La droga y eso, …, ¡Viste! Ahora vivo en el centro, cerca del laburo, pero extraño el barrio. Se la extraña a la querida Floresta.

—Cuénteme un poco más, se que hiciste o haces música y también escribís, ¿es cierto? —

—Sí, así es— Dijo Alberto. 

Tocaba música en un conjunto de rock. Los fines de semana tocábamos en un club de Lomas. Yo tocaba el bajo y cantaba.  El guitarrista era la primera voz, pero de vez en cuando, algunas canciones las hacía yo. Ahora toco solo, voy a un piano bar y lo hago por diversión. Disfruto la música.

En cuanto a escribir; empecé haciendo canciones para el grupo. Seguí dos años escribiendo cuentos hasta que me casé. Tuve que dejar. Mi señora iba a la nocturna y yo me quedaba a cuidar a los chicos.

—Y ahora, ¿qué haces? —

Trabajo en una consultora que hace encuestas para empresas y algunos políticos. Me va muy bien. Dirijo un grupo de censistas, formulo las preguntas de las encuestas, hago las estadísticas, e informes para los clientes. El dueño, un economista, confía en mí y manejo varios clientes solo. Me gusta la política y mis conocimientos me dan base para tratar con ellos. Manejo varias cuentas, algunas de políticos conocidos, confían en mí y en mis consejos. 

–Una pregunta más, ¿que nos podés decir de tu vida afectiva. ¿Sos soltero, juntado, casado?

Nunca me casé, estuve en pareja un tiempo, pero ahora vivo sólo. Ahora estoy saliendo, en camas separadas, con Susana. Una amiga muy querida, solemos irnos de vacaciones juntos. Nos comprendemos, somos informales los dos y nos llevamos bien. Pero, cada uno hace su vida, cama separadas ¿Me entendés?.

La noticia 

La noticia del diario decía: “A las seis de la tarde del pasado viernes sucedió un terrible accidente automovilístico en la Ruta 2, a la altura de Madariaga. En el luctuoso accidente fallecieron cuatro personas: un médico, profesor de la Facultad y su esposa, también falleció una médica y un conocido gremialista. No se sabe bien que los relaciona, aparentemente las dos últimas personas subieron en la ruta por que su auto se quedo sin nafta, la pareja hizo dedo y el médico los ayudó. La policía de Madariaga investiga el luctuoso suceso.  Otros automovilistas observaron una fuerte pelea dentro del auto antes del accidente. El auto que conducía el médico chocó a alta velocidad contra los paragolpes de la parte trasera de un camión. Para las próximas ediciones del diario daremos más detalles del hecho.”

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