El espíritu humano

Cuando joven tuve la oportunidad de conocer la Antártida Argentina. El motivo fue ser parte del equipo previsto para estudiar el movimiento de la “gran grieta”. Ella estaba al sur de la base general Belgrano y su apertura hacía peligrar la permanencia de la misma. Si la grieta se agrandaba, la base podía salir a navegar en el océano Atlántico. Esta experiencia fue en el verano de 1974. Yo tenía 25 años.

Para llegar a la Antártida viajamos en un Hércules C130 desde Buenos Aires a Usuahia y luego embarcamos en la “chancha”, así se lo denominaba al rompehielos Gral. San Martin[1].

Luego de cruzar el estrecho de Drake que separa el continente de la Antártida. De moverse y devolver toda nuestra ingesta, quizás un necesario bautismo para llegar al continente blanco, llegamos a aguas calmas. Un mar quieto lleno de témpanos rodeaba al rompehielos en el paso Drake.

Respondiendo a las órdenes del comandante hicimos un simulacro de abandono en aquellas aguas. Se comenta que si uno cae al mar dura pocos minutos hasta tener un paro cardíaco por el shock del frío de las aguas heladas,

Cuando subimos al bote de abandono, de acuerdo a lo previsto, me tocó al lado mío un señor (lamentablemente no recuerdo su nombre) que había estado en varias campañas en la Antártida.  Un antártico con todas las letras. Fue entonces cuando le comenté que íbamos a morir juntos en ese bote. Este señor, enojado, me comentó que no iba a ser así, dijo: “en este bote vamos a remar juntos.”

Pasaron muchos años desde esos días, pero sin duda esa anécdota me marcó y quedó guardada en mi memoria, aunque ahora estaba olvidada. Pero la vida te presenta hechos que hacen amanecer palabras con todo su poder. Les cuento.

Tengo un querido amigo que en estos días está padeciendo cáncer y que se había entregado a la voluntad de Dios. También me comentó que dos personas distintas estaban en el mismo trance y le mencionaron fuertes sentencias que lo pusieron en su lugar: “La de un mortal que quiere seguir viviendo”.

Me contaba textualmente sobre el tema:

“Dos personas me dijeron frases que vistas en el tiempo son los mensajes que necesitaba.”

Y continuaba relatando las circunstancias que me hicieron recordar lo que pasó en el simulacro en la Antártida:

— El primero de los mensajes, fue con una mujer que había superado un tumor en el cerebro. Al comentarle que sentía que estaba del otro lado de la línea, refiriéndome a los que tienen salud de los que tienen cáncer, me dijo, «te equivocas, estamos del mismo lado. Estamos vivos»

— el segundo fue de un compañero de trabajo, unos días antes de la primera sesión de quimio, me dijo «comenzás tu recuperación”

Palabras, palabras, meras palabras… podemos decir los ajenos. Es más, podemos aventurar desde afuera y desde una posición inmadura o inconsciente que no sirven. Pero seguramente nos equivocamos porque detrás de ellas está el espíritu humano y las ganas de vivir, está la fuerza necesaria para superar los problemas que nos presentan la adversidad.

Esas palabras nos hacen distinguir prioridades y otorgan la sabiduría necesaria para aprender a vivir en todas las circunstancias, en las buenas y malas.

En la lección antártica, fue rescatar el espíritu de aquellos que desarrollan su vida al límite enfrentando los peligros propios de aquellas latitudes, una invitación a remar juntos ante todo tipo de inclemencias; el mismo espíritu humano que nos presenta la vida y que debe prevalecer ante una enfermedad.

Querido amigo: Tu fortaleza interior inspira y puede todo; mueve montañas.

Sin dudar, está en ti lo mejor del espíritu humano y la amistad de las buenas palabras.


[1] El ARA General San Martín (Q-4) fue el primer rompehielos de la Armada Argentina. Participó en diversas campañas antárticas de la Argentina entre 1954 y 1982. Recibió el nombre de José de San Martín.

Durante veinticinco años dibujó sus rutas marítimas en los mares australes, lo que posibilitó las campañas de verano e invierno. Llevó a cabo numerosas misiones de investigación y asistencia de socorro a buques, navegantes y expedicionarios; facilitó la fundación de refugios y bases antárticas, la reposición de las dotaciones, la exploración del mar de Weddell y la realización de tareas oceanográficas, investigaciones hidrográficas y meteorológicas en la Antártida Argentina.

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