¿Es fácil cambiar de ideas? Decir hoy una cosa y al poco tiempo cambiar por la opuesta; defender una postura, un parecer y luego atacarlo sin ponerse colorado.
De manera tradicional (habló en tiempos de mi formación y juventud, 73 hoy) cuando se hacían este tipo de cambios la gente pensaba que se trataba de una persona que no tenía palabra y no tener palabra implicaba desconfianza, en consecuencia al que lo hacía se lo consideraba un falso, un mentiroso, un embustero. No era fácil cambiar de ideas, hacerlo provocaba que la gente penalizaba y devaluaba el prestigio de cualquier persona.
En cuestiones de política, si uno tenía una postura y la defendía en búsqueda de una posición electiva, y en la contienda no se ganaba, el aspirante era consecuente con sus ideas; perdía y admitía su derrota. Había coherencia. Solo quedaba para el aspirante esperar otra oportunidad, otro momento donde su verdad fuera reconocida como buena o acertada por los posibles electores en una nueva contienda.
En contrario, hoy año 2022, parece que cambiar es aceptable en estos tiempos. No vale nada defender aquello que pensamos como verdad. Solo valen las encuestas de opinión, lo que piensa la mayoría, tener una posición de ideas coherentes en el transcurso del tiempo no tiene valor. Solo sirve un discurso ganador, atractivo, simpático aunque por detrás haya solo conveniencias personales y la búsqueda de obtener poder. Prevalecen el discurso hipócrita (la definición de hipócrita es: que finge una cualidad, sentimiento, virtud u opinión que no tiene.)
¿Pero, es posible cambiar nuestras ideas?. Sí, sin duda. Nosotros podemos cambiar de ideas y es un signo positivo cuando el paso del tiempo y las circunstancias son buenos maestros y a uno le permiten aprender de la experiencia y modificar su manera de pensar. Diría que es una actitud saludable. Pero, este proceso tiene por característica el análisis, el largo plazo, la reflexión sobre los resultados y un reconocimiento del error. Recuerdo un dicho atribuido a Churchill que era un ejemplo cabal para estos tipos de cambio: “Si no eres liberal a los 25 años, no tienes corazón. Si no eres conservador a los 35, no tienes cerebro”. Es decir es posible cambiar de ideas cuando son fruto del análisis y de la maduración.
La pregunta es: ¿Que ha cambiado desde entonces? ¿Porque hoy nos dicen una cosa y mañana otra con total liviandad? ¿Que nos permite aceptar en nuestros dirigentes cambios bruscos de pensar, de un día a otro cambiar su palabras sin valoraciones peyorativas de nuestra parte?
En los siguientes párrafos tratare de encontrar algunas respuestas posibles a esta situación:
— No son épocas en que se valore el pensamiento. Se usa más los sentimientos, la fidelidad a un sentido de identidad, a mostrarnos pertenecientes a un grupo, que a la razón. En consecuencia vale más la imagen que presentan los candidatos que la racionalidad de las plataformas. Los dirigentes lo saben y se aprovechan. El criterio de “parecer y pertenecer” triunfa ante el del “ser y el hacer”.
— Hay problemas serios de educación que traen como consecuencia el flagelo de la ignorancia. Luego, la falta de razonamiento crítico no permite evaluar las consecuencias de ideas erróneas. No se piensa en las propuestas que atienden y contemplan las respuestas que plantean el “cómo”, solo se contemplan lindos eslogans y las palabras sin contenido.
— No tenemos memoria
— La verdad esta devaluada. Son momentos de posverdad.
—Una permanente decepción de la gente sobre la dirigencia y sus dichos; ello producto de la falta de coherencia entre lo expresado y lo que sucede en los hechos.
—El criterio para elegir es optar por el menos peor. No vale perder tiempo en leer plataformas, si las hay, porque nunca se cumplen.
—Queremos la solución hoy, la impaciencia prevalece. No apetecen las soluciones a largo plazo que tratan los problemas de fondo, de raíz. Estas últimos llevan tiempo.
—Seguramente hay otras y más razones que Uds. mismos encontrarán.
A este punto del discurso, en palabras de Doris Lessing y en total conformidad con su decir, copio para Uds. el siguiente texto:
“Todas las experiencias que he vivido me han enseñado que hay que valorar al individuo, a la persona que desarrolla y preserva su propia manera de pensar, que planta cara a la mentalidad de grupo, a las presiones grupales. O que se aviene hasta donde juzga necesario a tales presiones, pero en su fuero interno conserva un pensamiento y un desarrollo individual […] Mantener una opinión individual disidente, siendo miembro del grupo, es la cosa más difícil del mundo.”
Como conclusión, si bien las palabras de Lessing lo dicen todo, el propósito de este artículo es reflexionar sobre el valor del pensamiento crítico como camino a decisiones acertadas. Votemos ideas, programas, propuestas de cómo llevar a cabo las soluciones. Si bien se pueden aceptar cambios en las personas y sus ideas cuando son fruto de aprendizajes, no avalemos cambios de parecer producto de atender ventajas personales y/o circunstanciales. No votemos personas ni imágenes sin contenido. Exijamos a nuestros dirigentes explicaciones de cómo llevarán a cabo los proyectos de forma realista, de donde sacarán los fondos para hacerlos.

No hay soluciones mágicas ni dioses milagrosos. Cobremos conciencia que nosotros, y no los dioses somos los dueños del mundo, y solo nosotros lo podemos transformar a nuestra voluntad (y no según la voluntad de dios, o de los representantes de dios en este mundo). Ello nos ayudará a tener una mejor manera de vivir atendiendo a las necesidades humanas que persiguen nuestros más profundos sentimientos con un grado de racionalidad y la certeza de lograr buenos resultados.
¡Qué buena descripción del «paradigma» Sergio Massa. Ojo el Alberto también contribuye eficazmente.
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